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Las iniciativas de la RDC de paz necesitan presión internacional sostenida para tener éxito | Política

El conflicto en el este de la República Democrática del Congo (RDC) ha sido históricamente influenciado por una variedad de factores, incluidas las tensiones étnicas, las rivalidades regionales e instituciones políticas débiles. En este contexto, el Acuerdo de Washington firmado entre la RDC y Ruanda en junio y la Declaración de Principios de Doha firmada por el Gobierno de la RDC y el Movimiento del 23 de marzo (M23) en julio representan un logro diplomático significativo.

Facilitados respectivamente por Estados Unidos y Qatar, estos acuerdos marcan un momento inusual de alineación entre las pistas regionales y locales para apoyar una paz duradera en la región. Su éxito final depende de dos factores críticos: implementación creíble y la gestión de las narrativas políticas. Sin una supervisión internacional sostenida para garantizar la implementación y los esfuerzos para replantear los discursos adversos entre las élites y las comunidades, el progreso incorporado en estos acuerdos corre el riesgo de estancamiento o reversión.

El Acuerdo de Washington representa una comprensión política entre dos estados, Ruanda y la RDC, que se encuentran en el corazón de la crisis del Congo oriental. El acuerdo reconoce el papel desestabilizador de las acusaciones mutuas y compromete a ambas partes a la desescalación y al cese del apoyo a los grupos armados. De manera crucial, describe un marco para la futura cooperación de seguridad, un reconocimiento mutuo de la soberanía y un acuerdo para usar la mediación de terceros como garantía de compromisos.

Por otro lado, la Declaración de Principios de Doha es una hoja de ruta detallada hacia un acuerdo integral de paz entre el gobierno de la RDC y los rebeldes M23. Estructurado alrededor de siete pilares: principios generales, un alto el fuego permanente, medidas de construcción de confianza, restauración de la autoridad gubernamental, retorno de personas desplazadas, mecanismos regionales y un compromiso de llegar a un acuerdo de paz final, el documento ofrece un enfoque holístico para poner fin al conflicto armado. Claramente prohíbe los actos de sabotaje, propaganda y ganancias territoriales por la fuerza, y establece acciones secuenciadas como la liberación de detenidos, los mecanismos de supervisión y la reintegración posterior al conflicto.

Una de las características más encomiables de estos dos acuerdos es el compromiso de secuenciar y horario. La Declaración de DoHa especifica los plazos para implementar medidas de construcción de confianza, iniciar negociaciones directas y firmar un acuerdo de paz final. Del mismo modo, la sincronización del Acuerdo de Washington con el proceso DOHA refleja una comprensión de la interconexión entre alineaciones regionales y el comportamiento de los grupos armados domésticos.

Además, ambos documentos destacan el papel de los garantes externos (Qatar y los Estados Unidos, y reafirman el papel de la Unión Africana y la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco). Esto refleja un modelo integrado de construcción de la paz en el que los actores no occidentales y occidentales, junto con instituciones multilaterales, se refuerzan entre sí.

La investigación sobre la mediación de conflictos indica que la colaboración entre múltiples mediadores mejora la probabilidad de alcanzar acuerdos de paz y contribuye a la durabilidad y la legitimidad de esos asentamientos. Los esfuerzos de mediación conjunta a menudo combinan diversas fortalezas, como recursos, apalancamiento y legitimidad normativa, lo que hace que los resultados negociados sean más sólidos y aceptables para las partes involucradas.

A pesar de estos logros, la prueba real se adelanta. Muchos acuerdos de paz anteriores en la RDC se han colapsado debido a la débil implementación, la desconfianza y la manipulación política. Los acuerdos actuales enfrentan riesgos similares.

La baja voluntad política de los partidos de conflicto sigue siendo un desafío. Los procesos pasados ​​como Nairobi y Luanda muestran que las declaraciones a menudo no logran cambios en el terreno porque las partes pueden usarlas para ganar tiempo o impulsar la legitimidad internacional, en lugar de seguir la paz.

Los marcos Doha y Washington siguen siendo vulnerables a los retrasos y la grandiosa política por parte de los partidos de conflicto, patrones que han socavado repetidamente los esfuerzos de paz pasados.

Por lo tanto, la voluntad política internacional sostenida y creíble, junto con la mediación comprometida, es esencial para mantener la presión sobre las partes y garantizar el progreso hacia un asentamiento duradero.

Igualmente importante es el entorno discursivo que rodea los acuerdos. En la RDC, la opinión pública sigue siendo profundamente sospechosa del papel de Ruanda y el escéptico de las intenciones de M23. Por el contrario, Kigali percibe las alianzas de Kinshasa con elementos vinculados a las fuerzas democráticas rebeldes para la liberación de Ruanda (FDLR) como una amenaza persistente. La gestión de estas narrativas, particularmente en los medios nacionales y en las plataformas sociales, es esencial.

Si las élites y las comunidades enmarcan los acuerdos como una traición o debilidad, corren el riesgo de colapsar. Los socios internacionales deberían invertir en una campaña de divulgación pública para contrarrestar las narrativas contra la pata. Esto incluye contrarrestar la desinformación y amplificar los dividendos de la paz.

Además, la implementación requiere fondos estables para el desarme, la desmovilización y la reintegración de los programas de combatientes (DDR), el retorno de los refugiados y la coordinación de seguridad fronteriza. Finalmente, un compacto regional de consolidación de la paz debe asegurar la aceptación de los estados vecinos y frenar la aparición de nuevos spoilers.

Los acuerdos de Washington y Doha son un importante paso adelante para resolver uno de los conflictos más violentos de África. Reflejan un raro momento de coordinación multilateral, secuenciación inteligente y voluntad política.

Para asegurar su éxito, la supervisión internacional debe ser sostenida y creíble, y el espacio discursivo debe administrarse con cuidado. Sin tales medidas, estos logros encomiables corren el riesgo de convertirse en otra promesa no cumplida en la larga búsqueda de la paz del Congo.

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no reflejan necesariamente la postura editorial de Al Jazeera.

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