A diferencia de la idea errónea de que estos viajes se tratan de perseguir a los animales y perturbar la vida silvestre local para la diversión humana, las giras éticas se centran en la educación, no en la explotación.
Se esfuerzan por crear embajadores de conservación de cada participante.
La detección de la vida silvestre se realiza con el mayor cuidado y respeto, manteniendo la distancia siempre que sea posible para minimizar la interrupción.
De esta manera, los visitantes obtienen una comprensión y apreciación más profunda por los ecosistemas, al tiempo que contribuyen a la educación de la conservación.